El Palacio del Conde del Valle de Súchil fue construido durante la segunda mitad del siglo XVIII por el maestro Pedro de Huertas habiendo creado una majestuosa obra de la arquitectura novohispana, elegantemente decorada y planificada para formar parte del paisaje urbano de Durango a lo largo de los siglos. El palacio fue hecho por encargo de don Joseph Ignacio del Campo y Larrea, quien llegó a Nueva Vizcaya cuando era niño, alrededor de 1750. Las muy convincentes riquezas y demás méritos de Larrea le ganaron los títulos de Vizconde de San Juan de las Bocas y Conde del Valle de Súchil hacia 1774.
Para que en Durango se llegara a construir un palacio de tal magnificencia, tenían que haberse conjugado muchos factores del desarrollo urbano y arquitectónico de la ciudad y de la fortuna de quien lo hizo construir, así como de quien lo construyó. Durango fue en el siglo XVIII una ciudad en crecimiento. Fundada en 1563 con trece vecinos, su desarrollo no había sido fácil, solamente al principio hubo un incremento constante de la población. Sin embargo, la riqueza que acuñaron los pobladores que escogieron esta ciudad como su asentamiento durante los años venideros permitieron la edificación de obras como ésta, la cual tiene un antecedente en la Ciudad de México, el palacio del Santo Oficio de la Inquisición, hecho por el maestro Pedro de Arrieta en 1732. Durante el siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX, el palacio tuvo diversos usos. Pasó a manos de Maximiliano Damm, ciudadano alemán llegado en 1850 y casado con una española de apellido Palacio. Su familia conservó el edificio intacto de 1858 a 1928, utilizándolo como residencia y tienda. Fue comprado posteriormente por hombres de negocios quienes lo utilizaron para fines distintos, hasta que fue adquirido en 1985 por el Banco Nacional de México y restaurado en 1988.