



La Nueva España fue una tierra propicia para la veneración de representaciones religiosas. Desde el siglo XVI los soldados conquistadores y los colonos traían consigo imágenes de su tierra natal de las que eran fieles devotos, ya fuera de la virgen María o de santos. Por ejemplo, los extremeños trajeron a la virgen de Guadalupe, los aragoneses la virgen del Pilar y los vascos a la virgen Aranzazu. Otra importante y particular devoción que se desarrolló en la Nueva España, principalmente en tierras norteñas, fue hacia la virgen del refugio de los pecadores. La primera imagen de ésta llegó a México en 1719, de manos de los jesuitas, y fue utilizada como estandarte evangelizador para las misiones en tierras lejanas, por ejemplo en Zacatecas, Tamaulipas y algunos lugares del Bajío, en donde tuvo y tiene mucha devoción.
Las diferentes órdenes mendicantes que llegaron a la Nueva España trajeron también su imagen principal: los dominicos a la virgen del Rosario; los jesuitas a la virgen de Loreto, los carmelitas a la virgen del Carmen; los franciscanos a la Inmaculada Concepción, por mencionar algunas. Poco a poco, las devociones europeas fueron tomando carta de naturalización y penetrando en la conciencia de los indios, muchas otras nacieron a lo largo del territorio que conformó el virreinato, como fueron el Señor de Chamala, la virgen de Izamal, el Cristo de Itzmiquilpan o de Santa Teresa, la virgen de San Juan, el Cristo de Zinguilucan, entre otros.
Así fue como la religiosidad novohispana, compuesta de las tradiciones indígenas y españolas, permitió que la sociedad desarrollara diferentes muestras de devoción y que éstas se difundieran y se arraigaran, con el paso del tiempo, en cada una de las regiones de México y que se conservaran hasta nuestros días.
Grandes devociones
Casa de Cultura Citibanamex – Palacio del Conde del Valle de Súchil
Av. 5 de febrero s/n, Colonia Centro
Durango, Durango
Entrada libre